Es sabido que la técnica del modernismo teológico es conciliar el conocimiento materialista de la ciencia de su época con una interpretación espiritual que acaba desvirtuando la teología, que en este espacio entendemos no como un saber académico de facultad, sino en el sentido de la sabiduría perenne de la tradición-transmisión católica. No vamos a ir entonces por ese camino de falsa adaptación, sino a proponer lo siguiente:
Todas las especies de homínidos con inteligencia han desaparecido menos la nuestra, homo sapiens, desde la antropología prehistórica, la que se hace desde los datos de las excavaciones, sólo se alcanza a conjeturas a partir de huesos, capacidad craneal, y más actualmente estudios genéticos. Al ser ciencia material se confina a sí misma a lo que puede probarse materialmente; el científico usará sólo una mínima parte de su propia inteligencia, inducciones y deducciones, pero siempre desde el dato material, no admitiendo invocarr zonas superiores de su intelecto. Está bien, pero si eso fuera obligatorio para todos habría que quitar de las bibliotecas toda filosofía. El problema no está en hacer ciencia sino en hacer cientismo, cuyo principio es que de aquello que no pueda verificarse materialmente no se debe hablar. El retrato del ser humano, más allá de su cercana vida cultural documentada de los últimos miles de años, debe ser única y exclusivamente el que salga de las excavaciones, eso es cientismo.
Pero tenemos el conocimiento que nos viene de la biblia y que es dogma de fe, es decir, no mera aquiescencia, sino suprema sabiduría que nos viene de Dios y que de otro modo, con nuestras pequeñas facultades, no podríamos alcanzar. En esta fe sabemos de Adán como primer humano y Eva primera mujer, ambos creados inmediatamente por Dios insuflando en una materia inerte el alma que participa desde el principio del ser de Dios, que no puede morir y vive en pureza. Sabemos del pecado original y que ambos, varón y mujer, fueron echados del paraíso; fuera de allí tuvieron progenie, pero ya de doble índole, mala y buena, mala la de Caín, buena la de Abel mártir y luego Seth, consuelo de Dios a los padres, pero una progenie ya condenada a la muerte y con capacidad de llegar al Cielo sólo tras ímprobos esfuerzos y luchas contra su inclinación al pecado.
Planteamos que los seres de forma humana como neandertales y denisovanos, o especies parecidas que hayan existido, deben ser separados de otros homínidos sin inteligencia, porque está demostrado que tenían una cierta cultura, ahora bien no provienen de Adán y Eva, que son el origen de los humanos actuales que tenemos una inteligencia espiritual capaces de la conciencia divina. Aquellos no proviniendo de Adán y Eva no podían cometer el pecado original, pero sí habían de morir, en cuanto seguían siendo animales, eso sí con inteligencia, y practicando la bondad que se ve en los animales con los de su propio clan. Pero aun sin conciencia inmediata de Dios, El sí les concedió una prueba para poder llegar al Cielo: deducir con su inteligencia la existencia de Dios por sus huellas en la naturaleza y en la providencia de los sucesos, algo que no pueden hacer los animales. Los Neander y otros homínidos inteligentes, en mucha medida estaban al mismo nivel que la mayoría de nuestra humanidad actual que por eso tiene una culpa mucho mayor: no “querer” extraer las conclusiones sobre el ser de Dios; y si no llegaban a aceptar al ser de Dios, haciéndose los ignorantes o posponiendo la cuestión, menos pueden llegar a amarle. Advirtamos de paso, que los paleontólogos que abordan a los homínidos, descartan por método a Dios (en su ciencia otra cosa es cuando están a solas con su conciencia), haciendo con ello “cientismo”, convergiendo con el no quiero saber sus estudiados seres fosilizados.
Es dogma de fe que todos los humanos con más que inteligencia natural, provenimos de Adán, esto ha sido considerado un despropósito en el pasado, sin embargo, ahora hay una vuelta de tuerca, pues es la misma ciencia la que exige someterse a su enseñanza de que todos los humanos provenimos no sólo de un homo antecessor sino de alguna célula primigenia que nos parió a todos. Pero incluso si aceptáramos eso, sería válido como mucho para los neandertales, en un proceso de evolución, claro está siempre dirigido por Dios mismo, pero desde el lado de Adán el origen es de inmediata implantación, y después tenemos un ser humano en continua involución, que somos nosotros.
No puede haber un homo antecesor a Neander y Sapiens, frente a lo que dice la paleociencia, porque sus orígenes son cualitativamente distintos, espiritualmente distintos. Los Neander tenían inteligencia pero no alma, eran el culmen de la creación de los animales, si no alcanzaban a reconocer al Dios creador y providente, simplemente desaparecerían corporal y metafísicamente, sin más, esto dicho en un plano individual.
Pero Neander parece no haber alcanzado un nivel aceptable de creencia en Dios hasta que se lo transmitió el homo sapiens; éste, aun habiendose degradado por el pecado original, y echado de la cercanía de Dios, mantenía la memoria, desde Caín y Seth, de la existencia amorosa de Dios, del cual habían comprobado dolorosamente su poder de castigar. En esta confluencia, los Neander coexistentes con homo sapiens, recibieron una bendición y una maldición, la bendición de poder superar el nivel de mera inducción sobre Dios y tener revelación sobre El, pero la maldición que le venía del homo sapiens, pues éste si no era benévolo con su clan mucho menos lo sería con un clan de otra especie; además la malicia le convertía en un animal más artero y letal, como individuo y como grupo. No había ninguna posibilidad a largo plazo para la supervivencia de los otros seres humanos no adánicos, no maliciosos.
Cronológicamente entonces, tenemos especies humanas no adánicas, que se mantienen en el tiempo iguales, ascendiendo culturalmente dentro de su inteligencia, pero sin las evoluciones que da la maldad, extinciones programadas de semejantes, esclavizamiento, armas más letales,etc. Homo sapiens en cambio es el fruto de una involución, de un estado de bondad, lo que incluye un cuerpo original que no podía ser el que hoy conocemos, ya que era receptáculo para el alma dada por Dios, quizá un cuerpo semiglorioso, pero no como el nuestro claramente destinado a degradación y muerte. Será tras el pecado original cuando surge una descendencia, la peor, que se vinculará a los humanos (recordemos aquello de los hijos de Dios vieron atractivas a las mujeres de los hijos del hombre, debiendo entenderse por hijos de Dios los humanos no adánicos que hacían la voluntad divina, mientras los hijos de los hombres eran los que hacían su propia voluntad, no la de Dios); de aquí surgirán razas o especies, bien inviables o bien que se irán asimilando a sapiens, ya que estos echarían de su seno a todos aquellos con demasiado linaje neander, carentes de malicia suficiente para competir, pudiéndose deducir de aquí una selección eugenésica.
Ahora bien, la progenie mezcla de colosalismo y malicia que todavía prosperaba y que amenaza el futuro del sapiens con mayor peso de bondad, el linaje de Seth, sabemos fue extinguida por acción directa de Dios, que envió un mensaje de advertencia a los que todavía le escuchaban y amaban, así como a los animales que no tenían culpa, por seguir siendo obligadamente animales, pero necesarios para el ser humano, con una misión de seguir dando a los humanos ejemplo de bondad con la propia casta, de simplicidad y humildad.
Una última observación sobre el cuerpo humano tras la caída original, pues de alguna forma el cuerpo semiglorioso perdió sus cualidades y quedó al nivel del cuerpo de los humanos no adánicos, pasando la índole espiritual de Adán y Eva que no fueron creados como seres sexuados (malentendido a partir de la traducción hombre y mujer los creó) llegando eso después, tras el deseo de nuestros primeros padres de poder procrear al modo de los otros humanos a los que entreveían desde el paraíso, lo que les fue concedido para su desgracia, llegando a ser “creadores” pero sujetos a todo padecimiento vinculado con esa capacidad nueva de “crear”, hoy bien conocido entre nosotros, y que va alcanzando un clímax de degradación nunca antes conocido, que prueba seguimos profundizando en la involución. Adán y Eva no fueron concebidos por sexualidad, como tampoco Cristo fue concebido así por la Virgen, la procreación pensada por Dios debía haber sido por una suave mezcla corporal espiritual dirigida por Dios mismo en su voluntad sin fomes de animalidad. Y así en Cristo y la Virgen el Padre hace su nueva creación sin fomes, a partir del germen que somos aun dentro de nuestra complejidad, generando hijos espirituales por toda la tierra, pero nunca por obligación de naturaleza, sino siempre mediando la voluntad de los que Dios quiere favorecer con su paternidad, o de la voluntad de los padres si no llegan a edad de razón.
Añadir un comentario