En todos estos años puede decirse que no han tenido éxito los argumentos dados contra el pontificado de Francisco, porque todos ellos pueden rebatirse o ser esquivados por el abogado del diablo con cierta facilidad dejando escapar al preso. La renuncia inválida, los argumentos sobre el lenguaje de la renuncia de Benedicto, las profecías sobre los papas restantes, la coexistencia de dos papas, incluso las herejías aducidas (ya que los textos se encuentran escritos con estructura de doble lenguaje double speak, de manera que siempre se puede, ante el que rebate, aducir que no ha tenido en cuenta el conjunto de texto y contexto). Los Cionci, los Viganó, los Zarraute, los youtubers católicos, los objetores canónicos, etc. no pueden impedir que la presa se les escape de las manos.
Es muy posible que haya una razón de economía divina en esta situación escurridiza, que no puede ser otra que declarar que no hay espacio protegido ante una historia tan permanente de conculcaciones consentidas, y que la enfermedad que no se ataja sólo puede conducir a padecerla hasta sus últimas consecuencias.
Movimientos como neocatecumenales o pentecostales llevan décadas con label católico siendo en el fondo catoprotestantes, surgidos en la era de experimentación posconciliar, gozando incluso de aceptación papal dado que eran hechos consumados con seguidores sinceros, porqué entonces no iba a llegar un momento en que el mismo papado iba a quedar exento de no ser un camuflage, un caballo de Troya sin advertencia de los troyanos, incluso tomando éstos papel activo en la defensa del equino artificial. Una comunión de rueda de molino. Del mismo modo las prácticas atrevidas de los últimos papas, por legítimos que fueran, podían ser interpretadas como el propio Vaticano II de manera doble, imponiendo enseguida los audaces gracias a su poder vocinglero, la interpretación heterodoxa que no estaba en la intención papal. Nos fuimos acostumbrando a los gestos ecuménicos cada vez más atrevidos, entonces porqué la interpretación avanzada no iba a imponerse sobre la de espíritu contenido; cierto, el pastor se acerca al abismo por rescatar a un animal en su borde, pero hay un punto impreciso a partir del cual actúa la ley de la gravedad arrastrando al vacío al pastor junto al animal.
Los pasos en falso cada vez de consecuencias más graves, han sido posibles gracias al pertinaz rechazo a los avisos proféticos de la Virgen en especial, normalmente declarados como de no constancia sobrenatural. Esto que podía ser cierto en algunos casos, se extendió generalizadamente en modo prudencia gamaliense, pero así dejaron de llegar a la iglesia de representantes los consejos divinos de verdadera prudencia, quedando a merced de sus lógicas humanocéntricas, prefiriendo netamente la pseudoteología como oráculo, porque nadie puede no ser seguidor de un profeta, que si no es de origen divino, lo será de orden humano y ése no es el camino del primer mandamiento.
Entonces ¿qué solución tenemos? En lugar de consumirse estérilmente con argumentos racionales, canónicos, de exégesis profética, de exégesis textual, etc., que el diablo dribla perfectamente, y aun sin dejar de observar verdad en ellos, hemos de seguir la sencilla pauta del Señor en cuanto a los sumos pontífices en su tiempo, nada dijo contra su legitimidad de legalidad humana incluso si fuera más que dudosa, porque El tiene un reino que no es de este mundo, incluso pedía hacer lo que ellos decían (lo bueno que dijeran) pero no hacer lo que ellos hacían. Todavía habló menos contra el poder romano y no disputó un metro a ningún terrateniente, porque El estaba aquí por las almas. Porque sabía que no hay que aplicar un remedio que sea peor que la enfermedad, al arrancar el trigo y las vidas con la cizaña. Y si haciendo el bien, nos condenan porque ven algún peligro para su causa, o para su exceso de celo reformador, entonces hemos alcanzado a partir el pan con el Señor y a ser la buena semilla que muriendo germina.
Y como le decía el Señor a una monja venerable, mostrándosele cubierto en sangre, “mira cómo me han puesto tus bizarrías”; cuidémonos de una bizarría que luego no resiste la menor presión del último de los presentes abogados del diablo, tanto por el Señor como por nosotros mismos.
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